Stalin y su batalla diaria

De repente pierde la noción del tiempo y del espacio. Sus oscuros ojos ocultos detrás de los lentes se mueven de un lado al otro como en búsqueda de algo y su facilidad de palabra queda en el olvido cuando un ataque epiléptico llega por sorpresa en medio de la conversación. Para Stalin López profesor y bibliotecario de la Escuela del Nuevo Milenio Cacique Tumbalá, en Zumbahua, esta enfermedad no es ningún obstáculo en su vida. La amabilidad es lo que caracteriza a Stalin más conocido por sus compañeros y estudiantes como “el más querido” o “alhajito”. El destino hizo que el máximo sueño de convertirse en ingeniero mecánico se esfumara en el viento para transformarse en uno de los 60 maestros que dictan clases en la escuela del milenio, la primera en Cotopaxi. En medio del sonido de la banda de guerra que abre el desfile de iniciación del “Corpus Cristi”, Stalin califica de “doloroso” el momento cuando perdió la oportunidad de ser lo que de niño siempre soñó. Este pujilense próximo a cumplir 28 años, amante de los números y el dibujo aprende diariamente a ser una buena persona. Considera que los títulos que ha obtenido son de gran utilidad, aunque se encuentren colgados en la pared son la muestra que quiere que sus hijos y familia miren y reconozcan su esfuerzo. Los chistes y ciertos comentarios reflejan su felicidad, dice que en esta vida le ha tocado vivir de todo, desde alegrías y tristezas hasta momentos de depresión. Afirma que la máxima alegría es haber encontrado el trabajo de profesor en la institución educativa porque con el sueldo mensual de 600 dólares ha podido colaborar en la economía de sus padres. Cree que esa es la mayor satisfacción que puede tener un hijo. A los 13 años le detectaron epilepsia, aunque considera que esta enfermedad no ha hecho que las demás personas lo hagan a un lado, cree que aprender a lidiar con esta ha sido lo más feo que tiene que ha tenido que afrontar. La mayor preocupación es la genética, pues si alguna vez se casa y procrea hijos no quiere que ellos sufran las mismas dolencias que él padece. Pues se sentiría culpable, así que con cierta resignación decide dejar todo en manos de Dios y de la vida. Los medicamentos han sido de gran ayuda para aliviar algunos de los síntomas, pero no logran calmar por completo la epilepsia. Mientras habla y contesta cordialmente las preguntas con total fluidez describe cómo es su comportamiento cuando tiene uno de estos ataques. A punto de finalizar la charla, mientras comenta su rutina diaria como bibliotecario y profesor de dibujo técnico, las palabras fluyen con total normalidad. Poco a poco la voz del “alhajito” empieza a cambiar, cada vez se le dificulta responder las preguntas. De un segundo a otro pierde la noción de todo, agacha levemente su cabeza y al volver a escuchar la cuestión una risa nerviosa lo pone en evidencia. Cambia totalmente de tema, la desesperación se apodera de él. Los estudiantes y maestros terminan la participación en el desfile por la parroquialización de Zumbahua y el “Corpus Cristi”. Stalin se mueve rápidamente entre la multitud. Los jóvenes se acercan para pedirle algún favor, nadie se percata que atraviesa un ataque de epilepsia quien será su silenciosa compañera por el resto de su vida.

Publicado el junio 13, 2012 en Perfiles periodísticos. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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